Seguidores


Es tiempo ya que sé que no voy a morir una mañana, que voy a morir bastante después de haber comido. Y sé casi seguro, además, que voy a ser el primero de nosotros en morir. Es por esto que os escribo unas instrucciones a vosotros, Lucas a ti, a Ángel, a Juan y a los demás, para cuando yo esté muerto y vosotros no. Para que sepáis, de primera mano, lo que tenéis que hacer.
Pasos que debéis seguir cuando os deis cuenta de que no respiro o de que respiro muy poco:




  1. Comprobar si estoy realmente muerto: entraréis a mi habitación de uno en uno, cada cinco minutos, ya comprabaréis, nada más entrar, si estoy muerto de verdad. Sería conveniente, a la par de hermoso, que , una vez en la habitación, hicieseis un esfuerzo por quedaros dentro, porque en menos de hora y media nos íbamos a juntar allí más de quince personas, con un agobio en continuo ascenso, pero felices de estar juntos y felices de que nadie hubiera dicho no puedo ir, el trabajo, ya sabes.

Despues de esta comprobación, podrían pasar dos cosas:



  • a) Que no esté muerto: tendríais derecho a enfadaros entonces - no mucho, para no despertar sospechas en la familia-, por haber perdido más de una hora en balde. Me diréis alguna barbaridad al oído y os empezaréis a ir a casa o a ir a la calle.



  • b) Que esté muerto: en ese caso, pasaréis al punto dos, con ilusión.

2. Es casi seguro que si muero se celebre un funeral. Iréis a la iglesia en calzoncillos. Lo que sí me gustaría pediros es que llevaseis diferentes tipos de calzoncillos, aunque sólo sea para aportar colorido. Sería conveniente, sin embargo, que también os pusieseis una chaqueta. Y una bufanda, si es invierno o si os duele la garganta.


Al entrar en la iglesia podréis contemplar tres fenómenos: la sorpresa de mis hermanos, la rabia de mi padre y los suspiros de mis tías solteras.


Después de la misa jugaréis un partido de fútbol en la playa.


3. Compraréis una tortuga, vistosa y de ojos verdes. Os iréis turnando y la tendréis cada uno una semana en casa, y le daréis de comer, espinacas y vainas. Y me maldeciréis, sistemáticamente, cada vez que la tortuga deje huellas de color oscuro en vuestras alfombras. Pasados dos o tres años, podréis venderle la tortuga a algún conocido, en el caso de que no le hayáis cogido cariño para entonces. Y le pondréis de nombre Eulalia o Ambrosio.

0 Responses so far.